8.7.12



No mires, el mundo está a punto de romperse. No mires.

Dicen que antes de que todo acabe ves tu vida pasar ante tus ojos, como en una película. Pero yo sólo le veo a él.

Veo cómo cada jueves olvidaba las clases de la mañana y en su lugar me quedaba a aprender cómo funcionaban nuestros cuerpos. Éramos niños, pero nos creíamos gigantes.

Veo las gotas de agua rodar por su cuello en la ducha, las atrapo con los labios antes de que lleguen a su pecho.

Ahora oigo Explosions in the Sky, mientras me abraza en la cama a oscuras y se me eriza el vello cuando susurra Ich liebe dich en mi pelo.

Ahora estoy sentada sobre él, con la risa incontrolable que provocan los porros, no lleva camiseta. Me besa con la profundidad y el ensimismamiento de quien se pertenece, deslizando la mano bajo mi vestido, mordiéndome, haciéndome el amor.

Ahora estoy en el aire, justo un segundo antes de que mis pies toquen el agua fría del río, ahora el agua me cubre completamente, soy consciente hasta de la sangre de mis venas, que hierve mezclada con demasiado alcohol. Mi cabeza rompe la negra superficie, mis pulmones se llenan de aire, mi cuerpo tiembla, jadeante, y unos labios mojados abrazan los míos, antes de lanzar un grito de euforia que rasga la noche.

Y ahora, todo junto, manos entrelazadas, puedo volar, cosquillas en la planta de los pies, abrazos interminables, humo en los pulmones, Berlín, quédate conmigo… todo se reduce a una lágrima, a punto de suicidarse desde una pestaña.

Éramos gigantes, enormes, eternos como montañas.